Nacer entre vientos y sueños

Que lo que escribo no se lo lleve el viento,
ni sean arenas movedizas,
si no semillas que crean firmes raíces.

Para florecer,
para crecer.

Robustos árboles,
de dulces frutos.

Que se recogen en primavera,
para que la gente lo vea.

Lo crea.

Que los sueños, sueños son,
y realidades cambian.

Porque si un sueño fuerte es,
lo que solo hace es permanecer,
en vela,
en sueño.

Y en la mañana cuando despierta,
me acompaña,
me guía,
y me da la fuerza instintiva.

Yo sueño siempre grande,
por si acaso las estrellas no me ven desde tan lejos.

Soñar chiquito es para lo limitado,
porque no te crees.

Y yo si creo,
dos veces;
porque lo hago y confío.

En ello sostengo,
materializo.

Materia infinita,
de quien se sabe diosa,
de quien se sabe eterna.

El viento lento,
el besar suave,
las letras bonitas
y el cantar disperso.

Con la mano alzo,
el corazón en llanto.

Por abrazarlo,
por acogerlo,
en este nuestro canto.

Y con estas palabras,
unidas,
ancladas.

Yo ensalzo la niña mía,
que me grita que quiere ser oída.

Así que escúchenme bien,
porque en lo absurdo está el sentido,
y en el ser está el brillo.

Y ya no hay niño sin brillo,
ni tampoco olvido.

Son las voces de los bandidos,
que gritan que han perdido.

Una letra por cada muerta.

Una a por la razón de amar,
abrazar,
alzar,
acoger
y arrancar.

Arrancar hacia algún lugar.
Que no supiste,
que no fuiste.

Pero que sí sabes,
sí eres.

Busca más dentro,
al lugar que escogiste.

Nacer en este momento
y hacerlo en verso lento.

Con palabras suaves
y vientos fuertes.

Saída Elualí Arnaiz


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